lunes, 23 de junio de 2014

EL PASADO

Miguel Ángel Petrecca
El café era rico pero era el más caro.
Las ventanas, guardadas por cortinas
que no habían sido lavadas en meses,
ahumaban ligeramente la luz del sol,
generando en su interior un crepúsculo falso
y constante. Una vez me trajeron con el café
una medialuna mordida por un animal.
El mozo reaccionó con lentitud
como si no comprendiera del todo
y finalmente se llevó la medialuna.
Nuestra cuota diaria de masoquismo
quedaba ahí plenamente satisfecha.
Gran parte de nuestra cuota diaria
de café y nicotina. Una parte, también,
pero pequeña, de nuestra cuota diaria
de exhibicionismo. Los mozos eran mudos, y sordos.
Las palomas entraban, de vez en cuando,
y de vez en cuando eran echadas también
como borrachos que se han pasado de la cuenta.
Los mozos reaccionaban despacio.
El dueño parecía un viejo boxeador.
Creo que ya lo dije: el café era el más rico.

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