jueves, 28 de agosto de 2014

FRENTE A UNA CASA FÚNEBRE...

Juan Manuel Porta
Frente a una casa fúnebre,
las manos de mi padre
se transformaban en cuernos.
Intentó evitar el silencio
que un día puso su cuerpo
a dormir.
Su cuerpo que también soy yo.
Horizontal.
Rígido, apenas elevado sobre el suelo.
Rodeado por un puñado de
cofrades, temerosos de la penumbra,
mi padre se despide.
En vano pactó con brujos,
reunió amuletos,
echó, de sus días, a la luz.
Una mujer entra a la sala.
Sonríe, una mueca
habla junto al rostro
del viejo dormido:
“Dios te lleve con Él”.
Luego se va. Algo
de esta visita
impregna el aire,
se mezcla con el perfume
de las flores.
Una mosca verde
vuela
de un cirio a otro,
indiferente a la paz
del cuerpo
en su labrado ataúd de cerezos.
Una voz nos anuncia que debemos
despedirnos.
Todos salen, obedientes, todos
menos yo.
El infierno puede ser
una plaza desierta
un chico y su tristeza
sentados en el borde de un muro.
Una figura habla en mi oído.
No es terrible, ni malvada, es
tan humana como nosotros.
La caja ornamentada
donde mi padre descansa,
en un círculo de arena ardiente
despide humo y cenizas.
La figura pregunta:
“¿Merece una oportunidad...?”
Le digo que sí.
Entonces,
con un gesto melancólico,
abre, lentamente, la tapa
de madera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario