viernes, 12 de septiembre de 2014

de, EL DESCENSO

Raúl Zurita

Te palpo, te toco, y las yemas de mis dedos
buscan en la oscuridad las tuyas porque si yo
te amo y tú me amas tal vez no todo esté
perdido. Las montañas duermen abajo y
quizás las margaritas encienden el campo de
flores blancas. Un campo donde Los Andes y
el Pacífico abrazados en el fondo de la tierra
muerta despierten y sean como un horizonte
de flores nuestros ojos ciegos emergiendo en
la nueva primavera. ¿Será? será así? Las
margaritas siguen doblándose sobre el mar
difunto, sobre las grandes cumbres difuntas y
en la oscuridad, como dos envanecidas pieles
que se buscan, mis dedos palpan a tientas los
tuyos porque si yo te toco y tú me tocas tal
vez no todo esté perdido y, todavía, podamos
adivinar algo del amor. De todos los amores
muertos que fuimos y de un campo de flores
que crecerá cuando nuestras mortajas blancas,
cuando nuestras mortajas de nieve de todas
las montañas hundidas nos besen boca abajo y
nos vuelvan para arriba las erizadas pestañas.

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