viernes, 26 de septiembre de 2014

UN DÍA EN "LA ESPERANZA"

Arturo Carrera
             a Esther y Martín Bruzzo

 Martincho y Luciana
 me tiraron pasto podrido
 y después Juan me escupió
 el agua verdinegra del mate
 sobre la libretita y el pantalón

 Esther (28 años) salió a defenderme.
 ¿Qué le hacen a Arturito?
 No le tiren pasto a Arturito
 que está escribiendo

 Pero Arturito no sabe escribir.
 Arturito es pasto de las llamas
 de los niños

 De todo podría decir él
 que ha sido, que ya fue escrito
 o apoyado todavía en una ciencia
 que la naturaleza debería imitar

 ¿Echó a los niños?
 Sólo les dijo: "vayan a la otra palmera
 Aquí tengo que escribir".
 "¿Molestamos? -dijo Luciana-. Y
 agregó: "¡Tonto, vos no conocés todo
 nuestro campo!"

 Florecillas.
 Círculos amarillos.

 Los chiquitos bajo la palmera más amplia
 y el dálmata sobre las manchas de luz en
 copos que filtraban las lentísimas hojas
 acribilladas

 El gritito de Juan.
 Los ojitos celestes;
 la boca de viejita desdentada de Luciana.

 Los niños como antídoto
 después de una noche soñada
 para la fatalidad del sufrimiento

 ¡El Campo!

 Lo simple,
 la gratuita espera,
 el artificio remoto de un amor
 que embauca la costumbre.

 El paso veloz de los primatitos y
 el tiempo detenido, indestructible
 como el viento en los árboles
 como el agua en la luz

 Pasto de las llamas
 De los niños.

 Forzar
 el ideograma de la alegría:
 el cuerpo como único retrato,
 único espejo, único pie de la temible
 locura.

 Forzar la música de los nombres que se
 arrastran en la cacería de los estrechamientos
 y besos y gestos del amor e innumerables
 abrazos.

 Forzar y destruir todo simulacro de Belleza y
 atender el disimulo de estas bandadas de loros
 querellando a lo lejos, en las nubes,
 como ranas.

 Faltaba esta maldita música country y toda la
 demencia natural del atardecer: el sol obsceno
 como una gorda rubicunda en el bañadero de los
 patos

 y las 28 jóvenes bestiales jugando al tenis
 tan solas y tan tristes,
 con sus 28 años de vida masculina;
 con las 28 raquetas junto al caserío
 del mar: es decir, del campo.

 28 jóvenes y nade sale de mi deseo
 28 jóvenes y ella va memorizando
 en nuestro sexo mi aciago destino:
 el disparate de no desear conocer
 en el conocimiento con su deseo.

 el sentido triturado
 por las disparatadas risas de los loros;
 el destino como una migración momentánea
 hacia una noche acaso momentánea
 con sus colores tenebrosos
 sus faisanes degollados y sus cabizbajos
 flamencos,

 Fermín y Anita -dije anoche.
 ¿Cómo luciré ya para vosotros, con este
 sombrerón fantasma y estos huesos porosos
 con el ligero dolor del mundo: ¡bufón!
 y con este bastón y esta caperuza y este
 sonajero contra el rumor de una indestructible
 carcajada

 Es la madrugada y estoy sollozando todavía,
 mordiendo la servicial almohada y
 comprendiendo que ustedes no están para
 saltar como monitos en nuestra cama

 y yo buscando sobre la risa o red del circo
 mi libretita de apuntes
 con mi terco dolor en "la boca del estómago".

 Pero esto es otra cosa: otro campo
 donde la pesadilla apaciguada se enriquece:
 malones de niños me atacan con pasto,
 con yerba y agua lavada tratan de cegarme,
 borronear las débiles comisuras de unos
 débiles caligrafiados labios:

 otro campo EL CAMPO.
 con todo su escozor y todo su derroche
 y toda la piratería
 para los sueños del dolor:

 ¿ debo escribir?

 O llorar, simplemente,
 bajo el gentío de infantes y
 toda la chatarra enigmática
 de sus juguetes.

 De los pelos van arrastrando unas muñecas
 automáticas, con chupetes del tamaño
 de un clavo para techos: si le quitan
 "el clavete" las muñecas lloran con
 sonidos y timbres indescriptibles: una
 liebre agonizando imita con insensata
 maestría el llanto de un niño.

 ¿Por qué no se sintetiza o pasa por
 sintetizadores, para las muñecas, el llanto
 de las dulcísimas liebres agonizadoras?

 Oh Poeta,
 el rayo de la pequeña confianza

 te alimenta.

 El Dolor y su Moral.
 La desdicha de la antipatía.
 Los ojos de una enigmática mujer

 que crece en otros innumerables ojos
 cada día.

 La música y su sonrisa de cuartel,
 sonrisa desvaneciéndose entre aplausos
 y aplausos
 besos y aplausos

 Y el campo del Ser Humano,
 el campo de su Eternidad: Tomábamos
 el té y Martín dijo, como Séneca, la
 vida es brebe.

 Arturito asintió: tan breve,
 tan dichosamente breve
 tan brevísima hembra del colibrí
 libando la risa de nuestra eficaz
 confianza.

 Oh poeta: la tormenta y la tierra
 que avanza en virutas y los remolinos
 a través del monte borrando el indeciso
 arco iris.

 Oh, confianza. Breve musiquita embustera
 envuelta en la muerte.

 Por vos este día sin mis hijos,
 sin mi querida mujer
 en la oscuridad de la piel terrosa
 y perfumada

 del campo nocturno
 del campo de la diferencia
 del campo de la repetición

 Todo en un
 instante
 sumiyesco: "la centella entró
 y los niños se aferraron a los
 muslos delicados de la madre:
 una pequeña y estática mujer:
 una alegoría carnal de la distancia".

 ....................................................................................................................

 está lloviendo
 Martín guarda en su estuche
 el arma que carga el diablo.

 Las palomas se adormecen y pasa
 tras la galería cerrada, Cora,
 con las palomas doradas atadas
 a la cintura.

 Murmullo del agua.
 Los juguetes enfriándose.
 Las manitas de los niños
 para la densidad del arco iris.

 Los cuerpos de los niños veloces
 ya en los bolsillos
 de unas huestes marsupiales.

 El poeta se encierra cómodamente
 en el Fairlaine de Martín:
 con la música altísima,
 la refrigeración,
 y hasta el perfecto anfitrión
 le alcanza un trago largo
 a través de la ventanilla baja.

 Mamarrachea Arturito en ese navío
 ¿pampeano? ¿Anclado en La Esperanza?

 Con sus canastas de lluvia y sombrillas
 enceradas pasan las infantas empapadas;
 los chiquitos ya bañados y listos
 para la cena y el descanso y
 la cocinera con señas silenciosas,
 entre el barullo de los loros y los grillos
 llama a comer

 ¿con una campanilla?

 Esta ventanilla está empañada
 No veo bien.

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