Noe Vera |
El silencio se empodera en el orden
lo sobrecarga, la casa se convierte
en monstruo que me quiere. Cierro todo, salgo.
Afuera el cielo me alcanza, llega a trasluz
de las copas de los árboles se imprime sobre el paisaje
y mi piel en telas de araña
las veredas van a mi ritmo, atravieso parques
en los que me siento fuera de tono
sobre pasto húmedo y pesa
la mochila, son los que me faltan
soy una antítesis emocional de los ubicados
a gusto y a lo indio en rondas
un tema tras otro, el ojo puesto en el circuito
de sus niños en bicicleta, los míos celebran lejos
ni se enteran, casi un chico
pasa andando en una rueda y me atropella.
Los árboles se hacen cargo de su tamaño,
me amparo en uno que elijo , estiro una manta a los pies
apoyo cosas quietas, usadas y nuevas
sin historia, ese artificio sobrevalorado
las traje con un precio que les puse
para deshacerme y dejar correr
los cursos múltiples que nos esperan
pero la escena es triste: nadie compra, estoy en ánimos
de abortar y regalar. A la noche voy donde me llevan
en el taxi de vuelta Sol resume la noche
no bailé con nadie, vine con alguien
en la cabeza. Abro la ventanilla, siento la brisa
de calles que a esta hora, mareo menguante,
ya no duelen, ya no importa si pasaste o si dejaste
de pasar, la madrugada compite con la mañana.
¿Por qué elevamos principios y finales a gran escala?
desconozco de mecanismos en general
y cuando menos sé, más ventanas pongo a abrir
en una abierta al azar leo *tu música
me hacía sentir muy sola* y ahora estar rodeada
de todo este vacío se liga a un estado superior.
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